Helena:
Esta noche, me voy a derretir pensando en ti. Después, por la inclinación del suelo me chorriaré hasta la puerta. Como si fuera agua saldré a la calle, como si fuera lluvia de estos días me deslizaré hasta tu casa. Allí, inmóvil, como charco, tendré que esperar a que el frío de esta ciudad, que congela, restituya mi cuerpo; solo así podré tocar el timbre y saludarte con un beso. Pero si el frío no llega a auxiliarme, habré de dormir a tus pies (afuera, pero a tus pies), y mañana salpicaré tus zapatos cuando tu caminar, una vez más, haga estallar mi quietud monótona y simple.
Tuyo siempre,
Tercero Vernaza
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