jueves, 30 de agosto de 2007

LA CITA

Después de recordar cada escena de su vida, gracias a la aquiescencia que solo brinda el tiempo de la muerte, más que la soledad propia de los difuntos siente la angustia de quienes mueren con las ilusiones postergadas.
Desea el llanto, pero como nadie le enseñó a vivir muerto, se ha impresionado al descubrir que los muertos no tienen ni siquiera la posibilidad de acompañarse con sus lágrimas.

Una santa por esposa, unos hijos virtuosos, alguna riqueza nutrida y su honra enaltecida, tesoros propios de un humano encumbrado que acaba de morir, no son pruebas suficientes para convencerse de haber hecho todo lo correcto, pues una demanda aguarda en su pecho: ¿Cómo después de dedicar la mayor parte de su vida a la reivindicación de sus sentimientos, aquel día, frente a ella, había decidido entregar su voluntad a los oficios de esa razón vaga de la cual siempre quiso huir?

Este día le llegó más rápido de lo que jamás imaginó. Ahora simplemente tiene que esperar a que esa mujer, el centro de la más pendenciera infidelidad de su corazón, atraviese la propia puerta del limbo, no sólo para demostrarle que era cierto que esta cita no podía evitar, sino para compartir con ella un vino que nunca se volverá a acabar, porque de este lado de la vida el amor es eterno como eterna la noche de la muerte.

BOGOTÁ DC. AGOSTO. 2007

lunes, 13 de agosto de 2007

DEL AMOR Y LOS SUEÑOS: LA MUJER DE MARRÓN (2 DE 2)

-¡Son ingratos! He pasado toda mi existencia cuidándolos, esperando que vivieran conmigo hasta el día de mi muerte – Le dije al hombre cuyo bigote reflejaba su decenario trasegar por la eternidad.
Él, con su rostro inmutable y con sus ojos clavados en los míos de la forma como lo hacen los hombres de su raza, intentaba comprender cómo era posible que ellos hubieran decidido abandonarme. Seguramente para él no era fácil encontrar la lógica de una fuga de algo que uno mismo ha construido.

- Talvez se cansaron de la poca exaltación y el pobre apasionamiento que mi vida les estaba ofreciendo – Volví a intervenir con la intención de brindar algún tipo de explicación.

- A lo mejor sintieron que usted no estaba poniendo el suficiente empeño en mantenerlos vivos – Exclamó el hombre abandonando su profundo silencio que comenzaba a atemorizarme.

Sentí que mi cabeza se encendía mientras mi corazón aceleraba su ritmo.
- Siempre vengo con el fin de encontrar algún tipo de luz que alumbre mi andar, pero siento que una vez más he perdido el viaje hasta acá. Vengo para que me ayude en algo urgente pero usted siempre opta por incrustar juicios indeseables sobre nuestro diálogo –

- No se si deba pedir perdón – respondió - pero tiene que entender que lo único que deseo es que usted por fin deduzca que sin ellos no puede vivir –
Su rostro reflejó la tristeza del profeta que carga con su soledad eterna. Seguramente mientras pensaba que estaba perdiendo otro de sus discípulos por culpa del desencanto por el futuro, acarició la cicatriz de su nariz con el dedo índice y sentenció – Los sueños no lo han abandonado. Ha sido usted el que los ha perdido por haber mantenido en el olvido algo más importante. Algo que solía llevar a todas partes con usted – En ese instante el hombre, aquél que yo había admirado por años, me empujó, sin aviso y con ambos brazos, hacia un precipicio profundo que únicamente me llevaba de nuevo a la realidad.

Cuando desperté sentí el deseo de nunca haberlo hecho, pero antes de que cualquier lamento se exteriorizara a través de mi cuerpo, advertí que ella estaba a mi lado, había estado esperando por bastantes minutos el final de mi siesta.
Ella, con sus ojos humedecidos de cariño me dijo: - Vengo a devolverte algo – y cerrando sus mirar me dio un beso de esos que valen lo que vale la felicidad eterna. En ese instante recordé ese día en el que, siendo unos niños, yo le había prestado a ella mis sueños para que juntos imagináramos cómo seríamos de adultos. Ella volvió no para devolverme mis sueños, sino para recordarme que sin amor es imposible soñar.

Desde que ella está conmigo siento que he comenzado a recuperar mis sueños, porque creo que a ellos les gusta usar el amor como arma para abrirse paso. Seguro volverá el encanto del futuro, y ese día espero volver a encontrarme con el hombre para que, mirándolo a los ojos, aquellos que alguna vez se cerraron por la fuerza de las balas, pueda decirle que estoy dispuesto para volver a la lucha. Estaré listo.

MANIZALES. AGOSTO. 2007