miércoles, 23 de marzo de 2011

CONFESIÓN ABSTENCIONISTA

Soy político por mi historia. Porque aprendí a leer con un libro de Gonzalo Arango. Porque de niño solo me dormía una vez finalizaba la emisión de Quac. Porque crecí con Omar Yepes sentado en la sala de mi casa. Porque mi abuelo paterno vistió de luto el día que murió Laureano Gómez. Porque uno de mis bisabuelos agonizó en su cama creyendo que todavía defendía la causa liberal en Los Mil Días.


Soy político por mi padre. Porque me enseñó la paciencia para ver por televisión las sesiones del Congreso. Porque me contó historias de Bernardo Jaramillo. Porque me reveló las bondades y las decepciones de ser servidor público. Porque me mostró lo gratificante que es entregarse a los demás.


Soy político por mi madre. Porque a pesar de que aún se ufana de no tener color partidista, me mostró por primera vez la imagen de Luis Carlos Galán. Porque prácticamente me obligó a oír a Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez y León Gieco. Porque siempre buscó que admirara a las personas que soñaban, que se sobreponían y que daban la vida por ello.


Soy político. Porque a los diecisiete años ya había ingresado a un partido y a los veintidós ya había renunciado a otro. Porque hace rato que aprendí a reconocer “lagartos”, “lambones”, “líderes” y charlatanes. Porque si hablo de amor, de literatura, de cine, de música, de fútbol, de toros, realmente estoy hablando es de política. Porque hoy paso mis días asesorando un político esperanzador para Bogotá y paso mis noches construyendo sueños para sacar a Caldas del estómago de sus dirigentes.


Sin embargo hoy, por no haber votado en las elecciones presidenciales, me llaman “apolítico” e “irresponsable”, desconociendo todo lo que he escrito hasta aquí. Unos me dicen que no merezco volver a votar, mientras otros me dicen que me van a obligar a hacerlo para enseñarme mis derechos. ¡Pues me opongo! Nadie me obligará a la libertad.


No voté para presidente. No quería elegir ni a un oportunista tramposo, ni a un legalista autoritario, ni a ninguno de los demás. Sabía que abstenerse no es igual que votar en blanco: lo último legitima, acepta, hace venias a cualquier cosa que pase, lo primero deslegitima, protesta, rechaza una invitación. ¡Al Diablo esa idea tonta de que quien no vota no tiene derecho a reclamar! ¿Acaso nuestra condición política nace en el acto de votar?


Estoy convencido de que la abstención es una expresión democrática, aún si la constitución la prohibiera. Democrático no es únicamente el voto, son todos los actos que generamos de manera colectiva y anterior a todo orden y toda ley. En la democracia el pueblo es el pintor mientras que la constitución y la ley son sus cuadros, nunca al contrario. Así pues que no deberían perder el tiempo sacando normas que obliguen a votar; siempre habrá forma de desconocer eso, pues el pueblo es ilimitado e impredecible y además puede caminar por la senda de lo que el derecho llama inconstitucional o ilegal.


No voté a pesar de ser el político que leyeron atrás; y con eso no espero justificarme, a la larga volveré a votar. Quiero es evidenciar que los abstencionistas sí son políticos, sí piensan la política, y su escepticismo y su rechazo no están llenos de vaguedades sino de razones y de preguntas: ¿por qué en vez de obligar a votar no obligamos a que todas las elecciones, para que sean válidas, cumplan con una exigencia considerable de votos? No pasará. Los políticos jamás reconocerán que en cada elección son vencidos por la verdadera mayoría: la abstención.


En Caldas hay que votar por convicción y no por las obligaciones que ya existen sin necesidad de ley; sin embargo, cuando vuelva a aparecer la recurrente abstención, deberíamos tomarla en serio, visibilizarla como expresión política y usarla como llamado democrático a la transformación. Quizás eso traiga un mejor porvenir que el que nos han dejado tantos años de votar por una coalición o por la otra. Por ahora es bonito saber que hay más valor en quien no vota por protesta, que en quien vota por un interés particular. Por ahora es bonito ver que con la abstención la democracia le recuerda a la constitución y a la ley que el pueblo no les pertenece.


Soy político… Y no voté.


Bogotá D.C., marzo de 2011


Publicado en el periódico LA PATRIA de Manizales (Caldas) el 13 de marzo de 2011.