lunes, 12 de julio de 2010

NO ES SÓLO CUESTIÓN DE ACTITUD

Cuando a Ricardo Henao le preguntaron cuál era el fin por el que insistía en su “Nooo se muuuevan, ya regresamos…”, cada vez que suspendía la sección de deportes de RCN, él respondió que un viejo maestro del periodismo le había recomendado seguir con esa consigna, pues era importante edificar un estilo y posicionar una marca alrededor de su imagen de periodista. No queda duda entonces de que le funcionó, pues en un país que cree más en sus comentaristas deportivos que en sus dirigentes, no era difícil que con sólo esa frase, cada mediodía, consiguiera el cariño de los colombianos.


Hoy los bogotanos pueden comprobar que Ricardo Henao triunfó con su estrategia, pero lo que ellos seguro no saben es que algunos otros, fuera de él, intentan día a día imponer el suyo. Si se visita el Concejo de Bogotá, además de vivir una experiencia que deja perplejo hasta el más optimista de los demócratas, se pueden descubrir estilos muy particulares que los concejales construyen y ensayan todos los días. Entre formas de vestir, de caminar, de hablar por los micrófonos, hay un elemento de esos estilos que parece hablar mucho de cada dirigente: su respuesta al llamado a lista de cada sesión.


“Presente, presente, presente” (en franca alusión al “trabajar, trabajar, trabajar” presidencial) contestan Álvaro Argote y Henry Castro al llamado a lista de cualquier sesión del Concejo. Recordándonos sus épocas de locutor, Orlando Castañeda responde con una voz adornada en exceso y recita un saludo libretiado, aunque sí llama la atención una considerable pausa que hace antes del correspondiente “presente”. José Fernando Rojas suele romper el protocolo (el cual está más en la teoría que en la práctica) con un comentario futbolero previo a su “presente”. Rafael Escrucería se impone con voz fuerte y reparte “buenos días” a diestra y siniestra, hasta para el secretario y los asistentes. Carlos Pérez, como buen cristiano y sin ser muy original, nos encomienda en las manos de Dios.


Clara Sandoval y María Angélica Tovar, haciendo gala de la sencillez más femenina, que no pone esos adornos que alimentan más el ego que el discurso, responden con un simple “presente”, que en ocasiones acompañan con un “buenos días” o “buenas tardes”. Martha Ordoñez, a su “presente” de igual sencillez le suma, de vez en cuando, algún comentario sobre la no violencia contra la niñez, su bandera política. La originalidad del concejal Orlando Parada se limita a cambiar su “presente” por un “firrrme”, con el cual cree dar a conocer no sólo su pasado militar sino su mayor preocupación: la seguridad. Finalmente, y por supuesto sin agotar todos los concejales, Felipe Ríos y Carlos Galán, los más jóvenes, o al menos los más primíparos en esto de edificar un estilo alrededor del llamado a lista, aún aguardan en lo que parece ser la primera etapa del “presente, muy buenos días” (aunque a veces, paradójicamente, el mismo “presente, muy buenos días” se oye de la boca de Jorge Durán, el más veterano).


¿Será que los concejales de Bogotá recibieron el mismo consejo que recibió Ricardo Henao de aquél viejo maestro de la comunicación, de edificar un estilo, un marca personal? Si lo recibieron, a algunos se les olvidó la más importante de las lecciones: el estilo no debe ser un recipiente vacío. El estilo no debe ser un engaño, jamás debe ocupar el lugar de lo sustancial. En el caso de los concejales, todo lo que de performativo tiene su estilo (hasta para responder al llamado a lista), debe reflejarse de una sustancia: de su actitud en la política, su visión, sus modos de ejercerla, de vivirla.


El estilo por el estilo, de ser posible, no es más que actuación y espectáculo. Éste debe corresponder a un fondo; el estilo no es más que el preámbulo, a veces el epílogo, de un relato primordial que subyace. La forma en que los concejales se visten, hablan, saludan, conducen, así como la forma en que ofrecen un discurso y buscan votos, debe corresponder a la ciudad que sueñan, a la relación que tienen con sus electores, o, incluso, a la relación y aproximación con los medios de comunicación. Que no nos engañen, la buena labor de Ricardo Henao no termina en su “nooo se muuuevan”, su estilo es la concreción de su profesionalismo.


Pero el fondo no debe ser de cualquier color; hasta el más audaz y hermoso de los estilos puede ser reflejo de las sustancias más ruines y de las actitudes más perversa. Sería tonto desconocer que un estilo puede usarse para encubrir, para mentir, para hacer daño o para proveer asimetrías de poder en favor del líder político. De un fondo negro como este es que nacen los estilos de algunos concejales de Bogotá. Hasta la mejor creatividad para contestar el llamado a lista puede obedecer a una actitud sustancial deplorable.


En este caso, ante el mutismo de los jueces, la ciudadanía grita una verdad pero en voz muy baja; el pueblo guarda el secreto de que el estilo de algunos concejales, además de un saludo amable, es la compra de votos, el tráfico de influencias, el alquiler de los programas públicos, o hasta la manipulación de los contratos distritales para favorecer los patrocinadores de sus campañas. Así, mientras la respuesta al llamado a lista sonríe para las cámaras, las obscenas prácticas electorales destruyen la sociedad política; todo esto hace parte del mismo estilo que se enraiza en, y refleja, una sola sustancia: el goce individual.


El Concejo de Bogotá tiene dos vías: o que los concejales se propongan afirmar como sustancia primordial a la política, a aquella que lo es en tanto no puede escindirse del bien común (tal y como la definía Aristóteles); o, por otra parte, que aquellos concejales que insisten en renunciar a una ciudad de hermanos por perseguir sus intereses individuales, se propongan cambiar su estilo al menos por uno más coherente con su actitud. Ejemplo exagerado de esta segunda opción sería que algunos concejales respondieran el llamado a lista de manera más acorde con su oscura sustancia. “Muy buenos días apreciados concejales, aprovecho para mandar un saludo a la familia Nule; espero que les rinda el trabajo hoy en la 26. Presente”, diría alguno; o quizás: “Tengan buen día todos y todas. Ayer conseguí cuatrocientos votos sólo con diez puestos. Presente, Presente”. Pues no sería lo ideal, me quedo más con la primera vía, pero pues esta segunda, al menos, nos permitiría comenzar con la verdad pintada en la cara y no con una sonrisa postiza enredada en la boca.


Que lo sustancial sea la política (construcción de ciudad para el bien común), o al menos que los estilos dejen de encubrir la verdad y la codicia. En todo caso los fondos negros, las actitudes antiéticas, no deben ser opción para los concejales de Bogotá. El sello personal de los concejales debe ser más una sustancia loable que una máscara original. La política no es sólo una cuestión de estilo, no es sólo una apuesta estética; más bien, como diría Fito Páez, es una cuestión de actitud.


Bogotá D.C., julio de 2010