lunes, 26 de abril de 2010

EL ESCEPTICISMO CALDENSE

La sociedad caldense evidencia que la política no es un objeto, no es un “afuera” que se puede estudiar y transformar en sí mismo; la política, por el contrario, “se lleva por dentro”, la sociedad la construye, le otorga significados con sus expectativas y la delimita con sus traumas. Es así que la política no es mala por sí sola y el pueblo caldense no es ajeno a su realidad, pues la política en Caldas también se ha construido con los vicios sociales, los cuales han sido apropiados después de tantos años de egoísmo, corrupción y violencia. Estas líneas que restan pretenden a hablar de uno de los vicios: el “escepticismo caldense”.

En el departamento, desde diferentes escenarios, se hacen continuos llamados a un escepticismo, a un no-comer-entero, a un “voto consciente” o a un rescate de la objetividad. Sin embargo hay que advertir que este escepticismo no es esa actitud de examinar-y-descartar dentro de la política para dignificar la verdad; este escepticismo tan autóctono lo que hace es justificar el ocultamiento y la negación de ésta. Esta actitud engañosa, para la mayoría es una forma, escapar, resistir y sobrevivir a tan inmensa inmoralidad, mientras que para la minoría es la oportunidad de extender sus privilegios.

Dicen que esta es una tierra conservadora, pero es más por este escepticismo que hasta se demanda y se celebra, pues qué más conservador que no creer en un cambio posible y dejar las cosas como están. Con esta actitud indeseable, el caldense se enorgullece cuando no hace nada más que repudiar políticos, pues este escepticismo ha llevado a creer que toda persona que se acerque a ese estereotipo de político que se ha imaginado, bien sea por su presentación o su forma de hablar, es corrupto; extraño que ese mismo escepticismo no permita notar que en el departamento los corruptos, hace muchos años, aprendieron a hablar como empresarios, y son a ellos a quienes se corona sin vacilación, sin práctica escéptica alguna.

Este escepticismo llevó a dudar del discurso emotivo y parcializado de la política, considerando que en el discurso de la empresa y del emprendimiento hallaría ideas objetivas, imparciales y honorables; el engaño es creer que el discurso empresarial no lleva una carga ideológica inobjetable que enarbola, muchas veces, los supuestos del capital por encima de la ética y los valores sociales. El escepticismo ha llevado a esta sociedad a denunciar el típico clientelismo burocrático de la élite política; el engaño es que, además de ser una denuncia alcahueta e hipócrita, es una denuncia inexistente cuando se trata de corrupción en licitaciones y concursos, que es tan propia de algunos empresarios. Engaño de este escepticismo ha sido también la creencia de que la libertad termina en la posibilidad de elegir el tipo de desodorante.

La necesidad del escepticismo no debe apuntar a encubrir verdades, o a ponerle disfraces de transparencia y criterio a nuestros vicios en la política. La necesidad del escepticismo no debe apuntar a esconder bajo la idea del examen permanente, nuestra dependencia y aceptación tácita de la corrupción, y nuestra indiferencia hacia la transformación. El escepticismo caldense no acerca a la verdad, sino que es un engaño vicioso que la encubre y a su vez no deja ver lo que somos como pueblo político. Esta no es más que una actitud que nos ha dejado el terror en el que hemos vivido durante tantos años, el terror donde al hablar se muere por plomo o por hambre y lo más fácil es escapar a través de este escepticismo, pues el examen permanente en este caso apunta a dejar de creer y no comprometerse con nada, no correr peligro.

Pero esta es una sociedad que en gran parte sabe quiénes y por qué han asesinado sus muertos y sus sueños, por eso mismo requiere desenmascarar sus verdaderas. Los caldenses, si requieren un escepticismo, requieren uno que los acerque a la verdad y a un criterio real, que antes remueva los velos del engaño y la negación, que les permita dejar de escapar del timón de su curso, que los invite a volver a creer y los obligue a examinar las actitudes propias más que las de los políticos. Esta transformación será larga y difícil, y se requerirá ser más de lo que se cree que se puede llegar a ser como departamento.

“In order to build our nation, we all need to exceed our own expectations”, dijo Mandela en la película Invictus.

Bogotá D.C., abril de 2010

(Publicado en el periódico LA PATRIA, el 14 de abril de 2010. Manizales, Caldas)