martes, 14 de diciembre de 2010

SUPERHÉROES Y VILLANOS

Hay superhéroes que por una disimilitud biológica o genética sobresalen entre quienes no la poseen. Hay otros, que siendo del común, sin mutaciones, fundan su poder en artilugios de creación humana. Entre estos últimos, si bien podría hablarse de Batman (cuyos artilugios no son más que el dinero y su cultivada musculatura), hay otros menos reconocidos que deben resaltarse, unos más abundantes en estas ciudades del mal, unos menos enmascarados que con sus conjuros ven detrás de las paredes, muestran blanco lo negro y hasta se hacen invisibles. Son los abogados y su artilugio: el derecho.


El derecho es una ficción humana y los abogados, seres ordinarios, fundan su poder a partir de él. Siendo un edificio de conceptos ininteligibles, de abstracciones ajenas a los individuos, de imaginaciones extrañas al común, de trámites que desquician, los abogados surgen poderosos, casi como elegidos, como ungidos, pues son sólo ellos quienes tienen la facultad de descifrar ese código que cree explicarlo todo, de traducir esas palabras que nadie entiende y de develar los pasadizos de los laberintos procesales. Ese es hoy el superpoder del abogado: la habilidad de hablar el derecho.


Pero que no se olvide que un poder no es garantía para el bien. Así como los superhéroes son poderosos también lo son los villanos, la misma cualidad puede llevarnos a ser el más temible de éstos o el mejor de aquéllos, puesto que es más la responsabilidad, la ética, la elección, las que nos ponen en un lugar o en otro. Es ese precisamente el abismo entre Harry Potter y el desamorado Lord Voldemort.


¿A qué lugar se han ido los abogados con su poder? ¿Dónde están los superhéroes del mundo, de Colombia y de Caldas? Muchos están haciendo de villanos: tal vez detrás de un prestante empresario, barriendo y escondiendo los escombros de ética que dejan sus pasos; tal vez aferrado a un cargo público que para beneficio propio lo conserva al mayor precio de su consciencia; tal vez con sus procesos ejecutivos debajo del brazo para poder comer sin importar cuántos más deban dejar hacerlo; tal vez sosteniendo con demandas sus vanidades o con tutelas su arrogancia; tal vez en las facultades de derecho repitiendo fórmulas, dictando definiciones y adiestrando en la técnica en vez de educar en la academia.


Por el contrario. Para ser un superhéroe se exige no renunciar a la justicia por quedarse embelezado con el derecho; exige optar por el necesitado, por el despojado, por aquel que debe soportar las asimetrías de esta sociedad. Requiere convertirse en un guardián de los derechos y de la ética; estar en disposición de atender a aquellos que vean vulneradas sus libertades y su autonomía, y apostarle a la veeduría constante de la contratación pública y de las funciones del Estado.


Hay que afinar todos los días el superpoder para que no tienda a ser el de un supervillano, es decir que con recurrencia se debe revisar el derecho y su forma de hablarlo. Hay que aceptar que ser un superhéroe obliga a otro estilo de vida, entender que para vivir del derecho existen formas distintas a las que tanto se publicitan, quizás más incómodas, pero más gratas e íntegras. Con el superpoder hay que convertirse en “caballeros de la noche” (y del día), que salven rubias en vez de criar los guasones.


Pero estos superhéroes, que usan trajes especiales con sastres, tacones, corbatas o anteojos, deben tener un objetivo que los haga diferentes de los otros: lograr renunciar a su poder con todo lo que ello implica (falta de prestigio y vulnerabilidad) para entregárselo a los habitantes de esta gran Ciudad Gótica, de tal forma que ese día sean ellos quienes, pudiendo hablar el derecho, salgan a cazar villanos y a luchar por la justicia. Pero vale recordar que esto no se conseguirá cuando los superhéroes adiestren a los humanos, se conseguirá cuando los humanos adiestren a los abogados… Sobre todo cuando les recuerden que el derecho no les pertenece y que es posible entonces construir uno nuevo, con otros ingredientes y que pueda hablarlo cualquiera.


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Entre bambalinas: extraordinaria la labor académica del grupo de investigación Demos, liderado por el profesor Carlos Arturo Gallego. Desde las aulas de Derecho de la Universidad de Caldas se resisten a las recetas jurídicas tradicionales y más bien creen en que sí se puede soñar un derecho justo y una democracia real.


Bogotá D.C., noviembre de 2010


(Publicado en el periódico LA PATRIA de Manizales – Caldas. 30 de noviembre de 2010)

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