sábado, 14 de mayo de 2011

GENERALIZACIÓN DE LOS POLÍTICOS QUE REGRESAN

Contesté el celular. Del otro lado sonaba ella, estaba incómoda, perturbada. ¡Nada que hacer! Así se pone mi madre siempre que ve una injusticia. Y lo injusto en este caso era mi último artículo, publicado el 2 de abril: No estaba de acuerdo.


Decía que no creía, como se leía ahí, que ‘todos’ los políticos de Caldas que habían llegado a cargos nacionales, o a cargos en Bogotá, lo habían hecho como yo lo describía: “dejando un hálito de corrupción y de inmoralidad, [mientras] Caldas calla el precio y las piruetas que aquellos requirieron para tocar esa gloria”. Mucho menos concordaba en que ‘todos’ los que regresaban al departamento años después, habían sostenido en la capital del país “relaciones perniciosas”, ni ‘todos’ allí habían cometido “faltas” en sus cargos.


¿Es que así también llegaste tú a Bogotá? ¿Es que acaso tú por allá estás cometiendo faltas y estás teniendo malas relaciones en tu trabajo? me increpó.


Quedé pensando. El enfrentamiento ideológico con una madre siempre es brutal, siempre es revolucionario, pero lo que lo hace más difícil, para uno como hijo, es que en el fondo se lucha contra la sospecha de que en sus palabras hay una verdad a la que queremos resistirnos. Está ahí la intuición de Shakespeare de que la juventud nos puede traicionar convirtiéndose en el propio enemigo.


Preferí entonces no aferrarme a la terquedad y mejor indagué respuestas. Concluí que cuando se escribe opinión, los pensamientos tienen más prisa y las emociones hacen más fuerte su ímpetu, así que es más posible que las palabras se desborden y se termine dando vida a figuras molestas como la ‘generalización’.


Mauricio García Villegas, un académico del derecho, otro caldense instalado en Bogotá, escribió en octubre del año pasado un artículo para El Espectador que tituló En términos generales. Pretendía con él reivindicar las ‘generalizaciones’ dentro de los artículos de opinión; aseguró que sin éstas la comunicación sería imposible, puesto que las solas palabras ya son ‘generalización’, son la decantación unitaria de una experiencia múltiple que no se puede abarcar en su totalidad.


Dijo que un lenguaje obsesionado con la precisión, los detalles y la justeza, termina por paralizar la comunicación, anular la imaginación del conocimiento y paralizar el pensamiento. Si la palabra “árbol” no designa toda la sumatoria de árboles que hemos conocido, ¿debemos dejar de nombrarla? Si en la frase “los políticos son lo peor” caben sujetos diferentes de los que hacemos referencia, como los políticos no-corruptos en el caso de mi escrito, ¿debemos desecharla? “Hay toda una porción del pensamiento para la cual no tenemos certezas y por eso estamos obligados a generalizar”, y “eso no nos condena al mundo de la mera especulación o de los gustos personales”, dice el artículo de El Espectador.


Reconozco también que las ‘generalizaciones’ son problemáticas y en ocasiones terminan siendo abusivas e injustas, pero igual me niego a creer que la solución es callar, como en principio lo propuso Wittgenstein para los casos en que no había certeza. Más bien creo, como García Villegas, que hay que evitar tales injusticias a través de la crítica y la denuncia, y además, pienso yo, dejando en evidencia salvedades cuando hay posibilidad de hacerlo.


Así que puedo estar de acuerdo con mi madre: no ‘todos’ los políticos caldenses llegan a cargos nacionales de manera inmoral ni cometen faltas allí. Hasta me atrevería, en nombre de la justicia, a lanzar nombres sobre los que habría que hacerse una salvedad; caldenses como Hernando Yepes Arcila, Ángela María Robledo, Carmenza Saldías, Carlos Ignacio Jaramillo, y hasta el mismo García Villegas, han llegado a ocupar sitiales nacionales de poder o de reconocimiento por procesos meritorios y dejando mucho de pulcritud en el ejercicio de los mismos. Pero fíjense que esta enumeración también tiene algo de incertidumbre y mucho de ‘generalización’.


No hay que temerle a las ‘generalizaciones’. En mi artículo anterior es precisamente una de estas la que posibilita un escepticismo sano y abierto, el cual permite que, frente a ‘todo’ político, la comunidad caldense tenga el deber ético de examinar la forma en que llegó a ocupar cargos nacionales, así como la manera en que los ejerció. En ese escrito la ‘generalización’ permite que los caldenses no hagan excepciones en su examen, mucho menos por las credenciales o los historiales que presenten los políticos al regresar a Caldas y al hacerse elegir.


Bogotá D.C., abril de 2011


Publicado en el periódico LA PATRIA de Manizales (Caldas) el 16 de abril de 2011

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