sábado, 14 de mayo de 2011

¡FALTA DE JERARQUÍA!

Ese 6 de mayo de 2010, poca gente había en las tribunas para ver al local: el Libertad de Paraguay. Con el empate el Once Caldas pasaba a los cuartos de final debido al gol de visitante, pero al minuto 44 del segundo tiempo, Roberto Gamarra tiró al arco desde afuera del área y logró que el balón llegara hasta el fondo de la red. Nuestro equipo blanco fue eliminado. Después de haberlo hecho todo en siete partidos, salió vencido en el minuto final y tuvo que dejar la Copa que alguna vez fue suya. “¡Falta de jerarquía!”, fue el diagnóstico de muchos.


Desde hace rato nos viene pasando lo mismo. Todo el tiempo atacamos, mostramos argumentos, pero al final…


Un año más tarde llegó otra oportunidad en la Copa contra Libertad. El 22 de febrero, el Palogrande acogía a un Once Caldas recién vencido que quería reivindicarse. La alegría inicial había llegado con el gol de Dayro, pero cuando corría el minuto 49 del segundo tiempo, un tal Víctor Ayala tiró también desde afuera del área, venció a “Neco” y sentenció el empate. En el último minuto se perdían más puntos de local. “¡Falta de jerarquía!”, volvieron a asegurar.


Desde hace rato nos viene pasando lo mismo. Todo el tiempo atacamos, mostramos argumentos, pero una y otra vez desaprovechamos la oportunidad de ganar.


La siguiente ocasión en Manizales, el 15 de marzo, no se enfrentaba ese equipo paraguayo que siempre se la hace al Once. Se pensó que sería distinto porque esta vez eran caras nuevas y otros colores: el San Luis de México. No se jugaba de la mejor forma, aunque el segundo tiempo andaba bien gracias al gol de Nuñez; se le ganaba con lo justo a un equipo que ya se le descubrían sus pobres cualidades. Pero al minuto 48, el mexicano Juan Carlos Medina aplicó el mismo truco. Cogió un rebote desde afuera y gol. “¡Falta de jerarquía!”, se oyó una vez más.


Desde hace rato nos viene pasando lo mismo. Todo el tiempo atacamos, mostramos argumentos, pero una y otra vez desaprovechamos la oportunidad de ganar. Descubrimos las debilidades y los errores imperdonables del adversario, pero le tememos demasiado como para vencerlo. El contrincante, hasta con nuevas caras y otros colores, siempre nos lleva a lo mismo.


El 22 de marzo, el Once Caldas se encontró una vez más con Libertad en Paraguay. En esta oportunidad, Wason Rentería era quien se sacrificaba por el triunfo del equipo. Sin embargo una irresponsabilidad de uno de sus compañeros, que en esos instantes finales regaló lo más preciado el balón, llevó a que al minuto 47 del segundo tiempo, Nicolás Pavlovich, del Libertad, recibiera un centro para embocarla en el arco y así empatar. “¡Falta de jerarquía!”, sonaba ya como condena.


Desde hace rato nos viene pasando lo mismo. Todo el tiempo atacamos, mostramos argumentos, pero una y otra vez desaprovechamos la oportunidad de ganar. Descubrimos las debilidades y los errores imperdonables del adversario, pero le tememos demasiado como para vencerlo. El contrincante, hasta con nuevas caras y otros colores, nos lleva siempre a lo mismo. En vez de sacrificarnos por el triunfo hasta lo último, terminamos entregando lo más preciado en el peor instante.


Sin embargo el pasado miércoles, el Once Caldas mostró su jerarquía. Nos contó que es posible transformar la realidad y nos dejó ver la débil existencia de los hechos que se creen inalterables. Venció al Cruzeiro, el favorito, en su propia casa. Pasó la prueba más difícil para que volvamos a dibujar en el horizonte un sueño, y lo mejor es que lo hizo atacando entre la vida y la muerte hasta el final.


Pero fue el Once Caldas el que mostró la categoría, porque a nosotros, los caldenses, desde hace rato nos viene pasando lo mismo. Todo el tiempo atacamos, mostramos argumentos, pero una y otra vez desaprovechamos la oportunidad de ganar. Descubrimos las debilidades y los errores imperdonables del adversario, pero le tememos demasiado como para vencerlo. El contrincante, hasta con nuevas caras y otros colores, nos lleva siempre a lo mismo. En vez de sacrificarnos por el triunfo hasta lo último, terminamos entregando lo más preciado en el peor instante… Al final, en el último minuto, es ese rival el que nos dice por quién hay que votar. Y lo hacemos.


Así es como nos empatan después de haber ido ganando. Así es como los políticos le arrebatan un sueño a una sociedad que le falta jerarquía.


Bogotá D.C., mayo de 2011


Publicado en el periódico LA PATRIA de Manizales el 11 de mayo de 2011.

No hay comentarios: