En una época ya lejana, cercana para los optimistas que aún así lo prefieren ver, la opinión caldense era pilar fundamental del direccionamiento de las políticas nacionales. Grandes pensadores, esos mismos que hoy vemos en la distancia temporal, alcanzaban a imponer algunas decisiones de la misma manera como lograban disuadir el derrumbamiento de otras. Hoy, de ellos, además de unas cuantas avenidas que llevan sus nombres, tan sólo nos han quedado palabras que se ven allá empolvadas a lo lejos del tiempo, tan distantes, que algunos a veces creemos que nacieron no sólo en otras épocas, sino en otras tierras. Tristemente al consumirse el tiempo, Caldas pasó a ser un departamento como cualquier otro de esta paradójica nación, una región donde se vive de la conformidad, de esa misma que sigue nombrando a Manizales como el mejor “vividero”; una región donde se parece vivir de una esperanza postergada, de una ilusión que hemos puesto en manos de la voluntad de unos pocos que día a día nos defraudan. Lo más angustioso es ver como toda una generación, a la que pertenezco, nació en un Caldas sin voz, en una tierra que perdió la palabra, porque con ellos se la llevaron caldenses como Gilberto Alzate, Otto Morales y Bernardo Jaramillo; esos mismos que nos enseñaron a adueñarnos de nuestra voz, esos que con ímpetu, desde sus radicales extremos políticos, no se dejaron nunca arrebatar sus palabras.
El error ha sido de una generación censurada que prefiere mantenerse alejada del discurso. En los tiempos que corren, vemos una sociedad caldense más adormecida que despabilada, una que parece haberse sentado a esperar a que las soluciones vengan de un cercano pero ajeno centro, y a que la voz sea tomada por unos embusteros domésticos, quienes mostrándose como una “nueva renovación”, no son más que otra de las hegemonías corruptas que parecen inmanentes a nuestra tierra. Hoy, y para nadie es secreto, existe una juventud en su mayoría perezosa frente a los temas regionales que exigen nuevas y buenas ideas. A Manizales se le pasa el tiempo siendo la “Ciudad Universitaria” de los universitarios mudos, de los universitarios politiqueros que por su juventud se creen más honorables, y de los universitarios que aún creen que con la típica protesta de marcha y papabomba, se puede conmover una sociedad no sólo inerte, sino enceguecida con lo intrascendente y ensordecida con males tan profundos como la migración, el estancamiento y el desempleo.
Es injusto dejar de destacar gestiones que las nuevas generaciones del departamento han hecho realidad, pero prefiero mi terquedad para creer que nada ha sido suficiente, porque sólo así esta voz llegará a corazones callados pero indómitos, a corazones dispuestos a tomarse los espacios necesarios para exponer y hacer oír las voces propias, a corazones decididos a arrebatarle la palabra a quienes nos engañaron con su quimérica renovación política y social.
Cuando pienso en que la voz de Caldas ha sido tomada por dueños indeseables, recuerdo lo asombroso que ha sido el fenómeno generado por Sergio Fajardo en el seno de la juventud manizaleña. Me considero un admirador suyo, pero veo con preocupación la posibilidad de que el discurso provocador que en sí mismo encarna, sea cooptado por quienes durante tanto tiempo, más de lo que tengo de vida, han retenido el poder de la palabra para su beneficio. Temo que toda esa energía de dichos jóvenes pueda terminar desgastándose al servicio de quienes en la región se oponen al cambio estructural, aquellos que siempre han estado dispuestos a montarse en el bus de los ganadores, tan sólo con el fin de aprovecharse de otra imagen fresca que les habrá de facilitar el discurso que requiere su malintencionado objetivo: la conservación de su poder económico y político en detrimento del avance de la región. Ojalá este grupo de jóvenes, la mayoría de ellos autoproclamados como emprendedores, no caiga en otra de las trampas engañosas que esta indeseada clase social les ha sabido tender; ojalá comprendan que para la región, el emprendimiento verdadero no puede patrocinarse desde el sector que menos quiere ver amenazados sus balances económicos y electorales, simplemente porque el emprendimiento real debe ser en sí mismo desestabilizador y renovador.
Los caldenses de hoy somos una generación sin voz a la que las palabras de los brillantes antepasados se nos empolvaron en la mente y se nos atascaron en la garganta, es hora, más que de retomar esas ideas del pasado de Caldas, de volver a imaginar y a pregonar sueños. Es posible volver a poner la voz del departamento en su lugar, encaminarla hacia la justicia y el progreso, pero esta vez debe hacerse con la voluntad de una generación decidida a edificar una verdadera visión de lo que siempre debimos ser, una extraordinaria región resuelta a no enmudecer.
BOGOTÁ D.C., FEBRERO DE 2009
(Periódico LA PATRIA. 14 de Febrero de 2009. Manizales - Caldas.)
1 comentario:
Sin negar que a los jóvenes manizaleños nos falta más acción y menos pasividad, creo yo que el problema es que Manizales, como ciudad y eje territorial en el país, no se perfila a sí misma como ese sector en el cual los jóvenes puedan seguir proyectándose en aras de conseguir sus metas individuales, y de visualizar en la ciudad un espacio de debate y reflexión en torno a ella misma y a las problemáticas que congregan al país y al mundo en general...
De hecho, como evidencia, está que nosotros, los jóvenes manizaleños, en buena cantidad de casos (al menos algunos del mundo académico) preferimos darle cabida a otras ciudades para realizarnos individual y colectivamente... Medellín, Bogotá, Cali, se presentan como alternativas, no sólo de trabajo sino de ambientes plenos para ámbitos políticos, sociales, entre otros...
Así pues, no creo que los jóvenes de Manizales seamos una generación sin vos... Creo que las voces de todos están apuntando hacia lados diferentes y a regiones distintas, lo que hace más complicado ver una acción colectiva iniciada por jóvenes...
Igual, nunca es tarde para perfilarnos y unirnos en pro de "la ciudad de las puertas abiertas" y desde el interior de Manizales, o desde afuera, impulsar buenos proyectos que contribuyan a la mejora del tejido social y político de la capital caldense... De hecho creo que este artículo motiva a hacerlo!!!
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