Si quisiera elegir por donde empezar, hablaría de un amigo jesuita que me demostró que “un líder es aquél que ni siquiera sabe que lo es”, pero mejor voy iniciar con la ocasión en la que oí al filósofo Guillermo Hoyos Vásquez manifestar su preocupación, por cómo el fenómeno del liderazgo nos ha venido trayendo hasta un estado donde muchas personas se creen caciques y muy pocas están dispuestas a ser indios. Allí, en parte comprendí ese malestar que desde tiempo atrás siento por todos los que me dicen que debo explotar mis “cualidades innatas” de líder, por todo conferencista que me exhorta a conocer los doce pasos para ser “el líder de los líderes” (que me suena como a ser el “papá de los amores, ¡oa!”) y hasta por los libros que a un lado de las cajas registradoras exponen títulos tan concretos y metafóricos como: “Madera de líder” (Puig, 2004), “Qué hacen los líderes para obtener los mejores resultados” (Baldoni, 2008) y “El club del liderazgo” (Cubeiro & Sainz, 2005).
Manizales me ha enseñado desde niño dos cosas: a amarla, pero sobretodo a desconfiar de todo aquel que se presente, o sea presentado, como líder o emprendedor. ¿Qué hay más risible que un joven, o un viejo de ‘blue jeans’ y tenis, que mientras afirma su presunta capacidad de emprender y liderar, no hace otra cosa que aceptar precisamente su debilidad y su falta?
No quiero arremeter contra el emprendimiento y el liderazgo, sino que mi interés es evidenciar sus remedos, sus imágenes arbitrariamente distorsionadas que se han venido abriendo paso en nuestro país, especialmente en Caldas y Manizales, esas que denomino lidermiento y emprenderazgo, esas cuyos avezados pregoneros recorren nuestras calles, o especialmente nuestras universidades, portando blancas camisetas, emotivas manillas y patrióticas banderitas.
Estos liderdedores y estos emprénderes, son cómicos porque dicen que la sola inteligencia y la simple ambición se traducen en un éxito perdurable; son peligrosos porque sólo persiguen entregarse a las cámaras para publicitar su fama; son cínicos porque su discurso de beneficio regional es el escudo de sus utilidades personales; son ingenuos porque creen que pueden salir a ganar batallas con espadas prestadas por el propio enemigo. Son hipócritas porque aseguran que con buenas noticias, en periódicos y sitios en Internet, recuperaremos la confianza en nosotros mismos y en nuestro departamento, cuando lo que hacen es evadir secretos que tantos colombianos y caldenses acallados, por la fuerza y la exclusión, guardan en sus bocas cerradas. Son ególatras porque ven en el liderazgo y en el emprendimiento un suceso de “grandes hombres y mujeres”, como de una especie de elegidos, ignorando que ambos valores, más que actos a los que se llega con pasos preestablecidas, son una forma de vivir que deviene de la humillación del corazón más que del cálculo de la razón, son cualidades siempre inacabadas, son estados que hasta el más común de los mortales es capaz de alcanzar, sin dinero, sin apellidos, sin educación, e incluso sin contarle a nadie lo excelente líder o emprendedor que es.
Así pues, seguro dando fe del lavado de cerebro, o mejor, del lavado de corazón al que me han sometido algunos jesuitas desde hace tiempo, he arribado a una hipótesis: en Caldas los que hemos llegado a creer en la fantasía del lidermiento y del emprenderazgo, medianamente hemos querido conocernos a nosotros mismos, descubrir nuestra luz y aceptar nuestra penumbra; medianamente hemos sido ingeniosos y escasa virtud hemos tenido a la hora innovar, más si se tiene en cuenta que hemos venido siendo los segundos en materia de desempleo casi los mismos años que hemos estado hablando de emprenderazgo; pero las faltas más grandes han sido la inexistente inclinación hacia el amor y el heroísmo, pues por estas tierras pocos son los líderes y emprendedores que le ofrecerían al otro hasta la propia vida, y pocos los dispuestos a defender sus ideas hasta morir por ellas; incluso quienes ya lo han hecho desaparecen en el olvido.
En el futuro de Caldas sólo parece divisarse de nuevo el comienzo, encerrados una historia circular en la que nada ni nadie cambia, una en la que esta columna se reescribe y se vuelve a leer, una en la que, como lo diría Estanislao Zuleta, nuestro pueblo, al ser incapaz de organizar una esperanza razonable que se traduzca en una fuerza creciente, termina por confiar en el delirio de que va a llegar alguien y se va a transformar el mundo. Pero deseo con todas mis fuerzas equivocarme, porque guardo una verdadera esperanza emprendedora, la misma de Paul, John, George y Ringo: “All you need is love”.
En memoria de Orlando Sierra, un verdadero líder y emprendedor de Caldas.
Bogotá D.C. Marzo de 2009
(Periódico LA PATRIA. 24 de Marzo de 2009. Manizales - Caldas. Ver en: www.lapatria.com)