domingo, 29 de julio de 2007

LA GUERRA DE LA RAZÓN

Al otro día el hombre despertó. Alrededor nada era distinto, todo se veía igual. Parecía que cada objeto se perpetuaba en su lugar.

En este punto, sin duda alguna, su temor se había hecho realidad, la cueva permanecía inmutable y ahora tenía que aguantar, con profunda impotencia, el cuadro infinito de piedras uniformes que se presentaban a cada paso de su andar. Su razón se había convertido en el refugio contra la soledad y la desesperación.

Mientras observaba sus manos, el dilema le fue desvelado una vez más, tenía las posibilidades de buscar la salida o de transformar el retrato invariable que sus ojos día a día percibían. Como sabía que algún día desearía volver a entrar a la cueva, de nuevo se durmió con la esperanza de transformarla cuando volviera a despertar.

Al otro día el hombre despertó…
CARTAGENA. ABRIL. 2007
BOGOTÁ DC. MAYO. 2007

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